miércoles, 20 de octubre de 2010

Amor carbonizado.

El agua no dejaba de caer tras el cristal frío de la habitación.
En el interior una lámpara mal situada iluminaba la espera de esa llamada que estaba por llegar.
Las gotas contra el cristal eran la banda sonora de esta película muda, en blanco y negro y cuyo final se había gastado con el paso del tiempo.
De repente, un fuerte olor a quemado invadió la habitación.
La última rebanada de pan se había calcinado, y entonces supe que al igual que el pan, nuestro amor se había acabado y que de él sólo quedaba un olor a chamusquina y unos restos carbonizados que pronto terminarían en la basura.

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