viernes, 29 de mayo de 2009

El peso de tu ausencia.

Mi mano atrapa en el aire el peso de tu ausencia.
Mi respiración intenta rescatar tu aliento.
Mi mirada busca en la oscuridad el gesto de tu rostro,
encontrándolo en un éxtasis alucinatorio.

martes, 26 de mayo de 2009

Orlando.


"Pues el Amor, al que podemos volver ahora, tiene dos caras: una blanca, otra negra; dos cuerpos: uno liso, otro peludo. Tiene dos manos, dos pies, dos colas, dos, en verdad, de cada miembro y cada uno es el reverso exacto del otro. Sin embargo están ligados tan estrechamente que es imposible separarlos.

En este caso, el amor de Orlando emprendió su vuelo hacia él con su cara blanca descubierta y su liso y adorable cuerpo a la vista. Más y más se acercó, en ráfagas de pura delicia. De pronto (sin duda, al ver a la Archiduquesa) giró en el aire, exhibió su otra cara, se mostró negro, velludo, brutal; y fue el buitre Lujuria, no el Ave del Paraíso, Amor, el que aleteó asqueroso en sus hombros.

Por eso huyó, por eso buscó al lacayo".


Virginia Woolf, Orlando, 1928.

lunes, 25 de mayo de 2009

Impregnado de ti.

Escucho tu voz en mi almohada,
siento tus pies bajo la sábana,
reconozco el brillo de tus ojos en mi memoria,
tu olor habita en lo más hondo de mis fosas nasales,
mi lengua se encuentra con mis labios intentando recordar tus besos.
Y todo ello para encender la luz y comprobar que lo único que queda de ti es el vacío que dejaste en esta cama que cada noche se hace más grande.

jueves, 21 de mayo de 2009

La ley de la decepción.


Y si es estar por estar mejor lo dejamos ya.
Después de tanto desdén habrá que reconocer
que el sol no va a calentar la indiferencia total,
la nieve del corazón.
Si no es estar por estar habrá que descongelar,
cambiar el desinterés, distorsionar la altivez.
En esta era glacial el plan de la tempestad
impuso por omisión la ley de la decepción.

La pequeña edad de hielo, Fangoria.

jueves, 7 de mayo de 2009

Sonidos de soledad.

Un viento gélido acompaña el sonido de los grillos y el agua de la cisterna cayendo sin cesar.
Sonidos de soledad, acompañantes inertes en este vacío sin sentido.
Las palabras se escapan, huyen ante su incapacidad para sostener la existencia.
Tras la ventana, reflejos de una ciudad que descansa, con sus enormes muros de piedra que se alzan silenciosos, vigilantes de la noche, iluminados por la luz de la luna. Esa luz callejera acompañante de las almas sin calma que a estas horas todavía sobreviven a la ciudad,
de aquellos espíritus insomnes que trasnochan esperando el momento para escuchar el silencio, habitar el vacío y respirar al son de la música del viento.