viernes, 20 de junio de 2008

Exiliados

RICHARD: Estoy herido, Bertha.
BERTHA: ¿Cómo de herido, amor? Explícame a qué te refieres. Intentaré comprender todo lo que digas. ¿De qué manera estás herido?
RICHARD: Tengo una profunda herida de duda en el alma.
BERTHA: ¿Duda sobre mí?
RICHARD: Sí.
BERTHA: Soy tuya. Si me muriera en este mismo momento, que sepas que soy tuya.
RICHARD: He herido mi alma por ti; una profunda herida de duda que jamás podrá ser cerrada. Nunca podré llegar a saber, nunca en este mundo. No deseo saber ni creer. No me importa. No te deseo en la oscuridad de la creencia, sino en la incesante, viva e hiriente duda. No retenerte con ninguna atadura, ni siquiera las del amor; estar unido a ti en cuerpo y alma en una desnudez total... eso es lo que yo anhelaba. Y ahora me siento un tanto cansado, Bertha. Mi herida me cansa.
BERTHA: Olvídate de mí, Dick. Olvídate de mí y vuelve a amarme como lo hiciste la primera vez. Deseo a mi amante: encontrarme con él, acudir a él, entregarme a él. A ti, Dick. ¡Oh, mi extraño y salvaje amante, vuelve a mí otra vez!
James Joyce. Exiliados.

martes, 3 de junio de 2008

Tus ojos

Tus ojos me observan.
Buscan algo en mi interior.
Buscan esa mirada que se perdió cuando te conocí.
Era una noche de Agosto. Las estrellas bailaban a nuestro alrededor.
Después la luna y el mar fueron testigos de nuestras primeras palabras...

Tus ojos son oscuros, como tu mirada.
Esa mirada que eres incapaz de mantener.
Tu pelo, sin embargo, es rubio como el oro de un tesoro o los pétalos de un girasol.
Y así se encuentra mi corazón, siguiendo tus sombras que se adivinan en la noche.
Y así comenzó todo, con aquel "beso robado al azar".
Un beso tímido, discreto, sencillo pero suficiente para llenar mi corazón, un corazón dolido por los avatares de la vida.

De tus ojos me viene la inspiración.
Oscuros como el carbón, profundos como el océano, redondos como el balón con el que jugaba de niño, lejanos como las estrellas y, como éstas, parpadeantes de una luz que lo único que anuncia es su muerte.
Dicen que cuando nos llega la luz de las estrellas, éstas ya han desaparecido.
A mi me sucedió algo parecido cuando te vi.
Mi razón desapareció ante esa mirada directa que pedía a gritos una respuesta.