martes, 23 de septiembre de 2008

Amor en comuna

Encuentros inesperados,
risas ligeras,
miradas cómplices de una feliz locura.
Tu presencia me aturde, me asfixia, me llena, me calma y me ahoga.
Ahora que no estás lo veo todo más claro.
Veo que el esperado paraíso no es más que un infierno travestido de día luminoso.
Las nubes me acechan, cubren con su esponjosidad grisácea mis más claros pensamientos.
Tu presencia me ciega. No es fácil ver la punta de la nariz.
Buscamos en oscuros universos, en mundos lejanos, cuando no somos capaces de oler el más profundo de los aromas que pasan por nuestra nariz.
Ciego, sordo, inválido... Así me quedo con tu presencia. Me quitas más de lo que me das. Me quitas mi mirada, mis oídos y el resto de mis sentidos.
Pero yo también soy ladrón. Soy un ladrón elegante, de guante fino, de los que roban bancos y van bien vestidos. Y tu no eres capaz de ver que te robo todos los días. Te robo un gesto, una sonrisa, un susurro y una mentira.
Vivimos exiliados en un país de apariencias donde lo tuyo es mío y lo mío es tuyo. Nada nos pertenece. Pero nuestro amor en comuna es más frágil de lo que pensábamos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El mundo de tus palabras es teatral y sofisticado. PARECE que te sientes cómodo, pero refractas la desconfianza y las suspicacias que provocan todas estas banalidades que nos rodean. En todo este imaginario, el amor PARECE ser la principal amenaza a la levedad. Eres esquivo al amor, Ulises. Algún día te va a atrapar de verdad, con toda su pesadez, con toda su trascendencia, con toda su responsabilidad.