domingo, 5 de abril de 2009

A ti, donde quiera que estés.

Tú, muerte, maloliente presencia que nos acompaña,
que apareces para romper la supuesta calma de la rutina,
que nos recuerdas la fragilidad de nuestra existencia, sostenida por los hilos que manejas.
Viniste para llevártelo cuando no era su hora, a él, con su piel tostada y su destino marcado como las heridas en el cuerpo de Frida.
A él, que vino buscando lo que no tenía allende el océano, para encontrar una pesadilla en la que todo se repetía.
A él, esclavo de su propia destrucción, impotente héroe postmoderno causante de su propia tragedia.
A él, que no conoció a Antígona.
A él, que descansa después de tanta soledad.
A ti, donde quiera que estés te escribo estas palabras en agradecimiento a tus atentas lecturas.

A Oscar.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Vuela pajarillo, ya eres libre de tanto desamparo.

o. v. incrédulos y emocionados dijo...

A pesar de lo obscena y dolorosamente obvio, ¡cuánto deseo de comprender para asumir!. Sólo el tiempo calma esta ansiedad que nunca acaba de irse. Pensamos que el "no-estar" es una forma de "estar" mejor, pero, donde quieras que estés, quédate, como sea, quédate.

Anónimo dijo...

Me llevé una sorpresa cuando me encontré a esta artista en el CAC. El modo de aunar fotografía y pintura, con una mínima intervención y de jugar al escondite con sus fotografías. Ocultando el cuerpo, una parte del rostro... un juego continuo que nos incluye a nosotros.