lunes, 29 de diciembre de 2008

El espejo roto.

Tu presencia me arroja por un acantilado de piedras afiladas,
de encuentros inesperados, como el tuyo y el mío,
como el de una gota de aceite en el agua,
frente a la imposibilidad de hacernos uno.
Y sigo cayendo al vacío, ese lugar frío en el que tu presencia
no me alivia más que mi propia soledad.
Condenados a la distancia porque nuestra carne junta provoca cortocircuitos,
porque crees que tu mirada sigue siendo sólida,
y no sabes que ahí donde me atrapaba, me escudriñaba hasta encontrar mi punto débil,
ahora no hay más que la mirada de un bobo incapaz de ver su necedad.
Donde crees ver, estás ciego.
Donde crees brillar, se te apaga la luz.
La que crees que te ilumina no es más que la sombra oscura que paseas por el mundo sin darte cuenta.
Pobre ingenuo.
Tu poder se esfumó, sólo queda el polvo de la estrella que pasó y no volverá.
Los residuos de una existencia inútil, vacua, desperdiciada en altivas miradas en un espejo roto.
Ese que se rompió cuando el que lo sostenía lo dejó caer al suelo.

1 comentario:

Annabel dijo...

Donde crees ver, estás ciego.

Sí... eso es. Donde creemos ver estamos ciegos. Donde creen ver estan ciegos. Sobre todo pienso en alguien que ayer vino a invadirme: donde cree ver está ciega.
Gracias, voy a pensar en este verso un rato más.