lunes, 24 de marzo de 2008

Amor ciego

Hacía viento, las hojas de los árboles se movían, me parece estar oyéndolas.
Cuando entré en la habitación estaba todo a oscuras pero no quise encender la luz para que Manuel no viera que había estado llorando toda la tarde.
Me senté en un sillón que hay en el rincón. Manuel me daba la espalda. Apenas distinguía su figura en la cama y en voz baja le pedí que me perdonara por la discusión de la mañana. También le dije que le concedería el divorcio si era eso lo que quería, que no se preocupara por mí que yo ya me las arreglaría.
Pero él no respondió.
Yo pensé que seguía enfadado. En la mesita de noche estaban mis pastillas. Estaba decidida a cogerlas y a irme. Me acerqué a la cama y me senté muy cerca de él. Debí estar ciega para no darme cuenta de lo que ocurría.
Pero yo seguía pensando que estaba enfadado y rompí a llorar por su insensibilidad.
Cogí las pastillas y me dirigí lentamente hacia la puerta de la habitación, pero me volví, no podía soportar despedirme de aquel modo.
Una vez en la cama, me acosté junto a él y le abracé.
Pero él no reaccionó.
Me separé de él y entonces me dí cuenta que tenía las manos y mi vestido manchados de sangre por la parte de arriba...
Tacones Lejanos, 1991.

2 comentarios:

lorena dijo...

Precioso recorte de tacones

aunque ya sabes mi debilidad por Átame


un beso mañanero

Anónimo dijo...

Que genial el texto de hoy se me ha puesto la piel de gallina.




mua