RICHARD: Estoy herido, Bertha.
BERTHA: ¿Cómo de herido, amor? Explícame a qué te refieres. Intentaré comprender todo lo que digas. ¿De qué manera estás herido?
RICHARD: Tengo una profunda herida de duda en el alma.
BERTHA: ¿Duda sobre mí?
RICHARD: Sí.
BERTHA: Soy tuya. Si me muriera en este mismo momento, que sepas que soy tuya.
RICHARD: He herido mi alma por ti; una profunda herida de duda que jamás podrá ser cerrada. Nunca podré llegar a saber, nunca en este mundo. No deseo saber ni creer. No me importa. No te deseo en la oscuridad de la creencia, sino en la incesante, viva e hiriente duda. No retenerte con ninguna atadura, ni siquiera las del amor; estar unido a ti en cuerpo y alma en una desnudez total... eso es lo que yo anhelaba. Y ahora me siento un tanto cansado, Bertha. Mi herida me cansa.
BERTHA: Olvídate de mí, Dick. Olvídate de mí y vuelve a amarme como lo hiciste la primera vez. Deseo a mi amante: encontrarme con él, acudir a él, entregarme a él. A ti, Dick. ¡Oh, mi extraño y salvaje amante, vuelve a mí otra vez!
James Joyce. Exiliados.
Quadern dels Josepets - Clínica crítica
Hace 4 semanas